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La actual crisis sanitaria refrenda las enormes desigualdades y contradicciones del modelo económico y social chileno. Mientras quienes tienen mayor y mejor acceso a bienes y servicios pueden tele-trabajar y el Estado les protege con confinamiento total en sus hogares, quienes sufren por llegar a fin de mes y siguen sobre-endeudados/as, aguantan reducciones ostensibles en sus salarios o, lisa y llanamente, son despedidos por sus empleadores.

La CCS (Cámara de Comercio de Santiago), el pasado 16 de abril, refuerza esta premisa: “no podemos matar la actividad económica por salvar vidas”. Eso fue lo que dijo Carlos Soublette. ¡Impresentable, señoras y señores! ¿Por qué la muerte de personas puede resistirse más que el estancamiento o descenso de la inversión?

¿Cómo es posible que la contingencia lleve a este tipo de declaraciones? ¿Por qué las autoridades toman medidas tan distintas para unas y para otros?

El presente vuelve a restregarnos en la cara la razón nodal de nuestro malestar cristalizado el 18 de octubre de 2019: unos pocos, las y los privilegiados, no quieren perder; nunca quieren perder. Ni un peso de sus utilidades, ni un ápice de sus ganancias. Y ésto no da para más. Vuelven a forzarnos a rascarnos con nuestras propias uñas, a enfrentarnos con la de al lado por sobrellevar el día a día. Pero como pueblo hemos aprendido; superaremos este momento gris y amargo. El próximo 25 de octubre, de una buena vez, ¡vamos a cambiar la historia!

Fuente: El Mostrador